miércoles, 14 de noviembre de 2007
Grossi /TESINA / 5
En aquellos años, algunas propuestas artísticas consistían en generar un discurso, un análisis, una critica a esta línea de pensamiento a partir de lo cotidiano. Por falta de información apropiada sobre lo que estaba ocurriendo en otros lugares, tuvimos, quizás, cierta impresión de estar viviendo una especie de provincianismo. Si bien en los años 70 “la performance llegó a ser aceptada como medio de expresión artística por derecho propio”, según afirma Roselee Goldberg en su libro Performance Art de 1979, también es cierto, según observa Jean-Jacques Lebel en su ensayo de 1966 Le Happening, que respecto al pop-art y el happening “se han escrito montones de burlas, se han emitido juicios por toneladas y se han hecho pronósticos que giran siempre entorno al asunto sin dar nunca en el blanco”. Sólo nos quedaba la versión oficial de la cultura centrista occidental, de la cual el museo Guggenheim, las otras instituciones ya existentes y las nuevas que han surgido, se han hecho eco. Estas instituciones han funcionado y siguen funcionando como centros de propaganda ideológica del modelo neoliberal occidental, apoyándose sobre la idea de que los valores de nuestra cultura pueden y deben ser internacionalizados.
A este respecto nuestras posturas eran y son críticas por razones éticas, estéticas y sociales. Quizás también por estas razones el accionismo y el arte de acción no encontraron y todavía no encuentran, por lo general, espacio en las estructuras institucionales. De hecho las preocupaciones de estas estructuras están más orientadas a crear un sistema del arte que atienda necesidades culturales, estéticas, económicas, ideológicas y políticas características de esta sociedad y no a aventurarse en planteamientos críticos de los que no se puede prever y gestionar el desarrollo. Por lo tanto, todo lo que no responde a esas exigencias viene ignorado, callado, censurado eliminado. No existe o mejor dicho no tiene que existir. El arte se quiere apolítico, aun que esta es una falsedad. No existe un arte apolítico. Lo que en los `90 ha sido una actividad intensa, febril y extremadamente enriquecedora, ha ido con el tiempo diluyéndose siempre más en el tejido social hasta dar la impresión de haber definitivamente desaparecido. Artenativa, Safi Galleri, La Kultur, En Canal, Las Chamas, Mina Espazio ya no existen; sólo Espacio Abisal y Spazio Grossi siguen en su andadura, este último de forma muy irregular y sin contar con subvenciones, Mediaz aunque sigua existiendo jurídicamente, no es operativo en la práctica, pero esto ni afirma ni desmiente nada.
Me gusta pensar que estos tipos de experiencias son muy próximas a la idea de rizoma que formularon Deleuze y Guattari (5). El rizoma puede ser roto o rasgado en cualquiera de sus partes, no obstante sigue avanzando siguiendo tal o cual camino. En el interior de cada rizoma se van produciendo constantemente cortes y rupturas los cuales, por ser parte de su propia condición, hacen que se renueven constantemente y esto porque no es posible imponer a un rizoma ningún tipo de dualismo o dicotomía. Siguen las relaciones, siguen los encuentros, se siguen abriendo nuevos espacios físicos y mentales.
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