lunes, 16 de enero de 2012


Cuando empiezo un libro, lo raro es que no sé bien adónde voy





(ni me interesa me interesa pasar la tarde y que no me mareen)



Sí, de forma completamente discontinua, sin arquitectura. En el siglo XIX, las novelas se construían como una catedral. Pero esto mío son unos trocitos. Como en la memoria, las cosas vienen a golpes, de repente, desordenadamente. 

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